La sociedad
es cada vez más individualista. Nos encerramos en una cárcel en forma de casa,
pues tenemos todo lo que creemos necesario: comida, bebida, la televisión,
internet.
Por el
contrario las nuevas juventudes están interconectadas vía internet, pero… qué
fue de los paseos andando o en bici, qué fue de las charlas vecinales sentados
al sol.
Ahora
existen lo que llamamos urbanizaciones con altos muros restrictivos y
vigilancia constante frente al resto de la sociedad, son los llamados guetos
urbanos donde nunca importa lo que pase fuera de sus límites. De vez en cuando
se sale para trabajar o ir al centro comercial. Las calles se han convertido en
vías o caminos de tránsito y no de encuentro. Propongo la invasión de las
calles por la gente, gente que habla con otra gente.
Las fiestas
ya no se disfrutan ni se esperan como antes. Antes era algo esperado durante
meses, pero ahora el ocio es tan diverso y tantas las fiestas ocasionales, que
los días de fiesta que antaño sí se anhelaban ahora son otra de las tantas
ofertas de ocio de las que disponer.
La vida es
tan “viva” que no merece la pena pasarla encerrado o al menos eso creo yo.
Los jóvenes
de ahora tienen tantos “amigos” que cuesta reconocer a los que son de verdad,
amigos para lo bueno y sobre todo para lo malo, pues en los malos momentos es
donde realmente se mide el grado de amistad.
En el
trabajo cada vez somos más seres productivos que personas con sentimientos y
fallos, pues los fallos (algo normal) no se consienten y se convierten en armas
de reproche. El trabajo es efímero e inconstante, hoy estás aquí y mañana no se
sabe. Es más fácil despedir que dar oportunidades.
Por todo
esto, la realidad es como agua entre las manos, no se puede agarrar con fuerza
y al final se te escapa.
Aun tengo
esperanza y creo que puede haber una evolución hacia la involución, es decir,
lo bueno de antes con lo mejor de nuestra contemporaneidad, la esperanza eres
tú mismo.
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